“¿Cómo estamos?”, ha dejado de ser una pregunta de cortesía en tiempo de coronavirus. Desde las reencontradas de septiembre, la gente acostumbra a contestarla confirmando, o no, su buen estado de salud y el de sus familiares. Es “el tema”.Todos estamos en un estado de atención (algunos de tensión) casi permanente: nos tenemos que fijar donde estamos, la distancia, la mascarilla, la higiene de manos!
Después están las noticías, como evolucionan los contagios, que pasa con la vacuna?
Tenemos dudas: cómo irá el curso escolar, quien cuidará los niños si hace falta, se podrá trabajar, como estará la gente mayor y las otras personas que viven en residencias, y si enfermamos…?
Está claro que las incertidumbres su más grandes ahora que el pasado mas de febrero. Estábamos acostumbrados a hacer previsiones con unos márgenes de variación asumibles. Ahora es diferente. Nos estamos adaptando a vivir de una otro manera. A veces costa. Algunas personas lo gestionan bastante bien pero otros están nerviosas, sienten miedo.

¿Qué podemos hacer para tranquilizarnos nosotros y ayudar a los que nos rodean a estarlo? Sobre todo a los niños y las personas más vulnerables.

Fijémonos en 3 puntos básicos:

Antes que nada, estar informados.

Las fuentes de información tienen que ser fiables, de confianza. Evitar los que buscan espectáculo y sensacionalismo. Informarse con medida. La sobre información aumenta la sensación de riesgo. Es el tema del momento pero no puede ser el único. Abrimos el abanico de intereses y procuramos hacer vida normal. Los expertos ya están trabajando, confiemos.
A los niños también hay que informarlos con sinceridad adaptándonos a sus posibilidades de entender. Ser sinceros quiere decir no negar la gravedad de la situación, pero acorralar la información que nos transmiten los expertos: es grave porque se contagia muy fácilmente y, mucha gente enferma en un periodo de tiempo breve, dificulta que los médicos puedan atender bien a los que lo necesiten, que no son todos los que tienen la enfermedad. Y sí, es verdad que muere gente, pero sabemos que afecta más gravemente, sobre todo, a las personas más vulnerables por edad avanzada o por enfermedades previas. Por lo tanto, los tenemos que proteger.

Segundo punto, ¿qué podemos hacer?

Siempre es bueno saber que podemos hacer cosas. También los niños pueden colaborar. Protegemos a los vulnerables y protegemos al sistema sanitario respetando las medidas de prevención que todos conocemos. Tampoco en esto caigamos en el exceso: no hay que tomar más precauciones que las necesarias. El miedo se controla mejor si tenemos comportamientos saludables, mesurados y procuramos normalizar nuestra vida tanto como sea posible.
Otra cosa que podemos hacer es ayudar a no difundir rumores, a no bromear sobre la enfermedad y a informar con veracidad y medida cuando haya que hacerlo.

Tercer punto, ser conscientes de nuestras emociones.

Por supuesto que podemos hablar con personas de confianza si no nos sentimos bien. Es bueno compartir el malestar. Hemos dicho que mejor no hacer bromas, pero tener y practicar el sentido del humor puede ayudar. También el ejercicio físico y mantenernos ocupados no solo con las obligaciones, también en actividades placenteras, nos ayudará. Pensamos en la gente que no tiene trabajo y están preocupados y con demasiado tiempo libre. Acompañémoslos y animémoslos a mantener rutinas que complementen la búsqueda de trabajo.
Ahora más que nunca hay que cuidarnos físicamente y mentalmente. Ya sabéis que nos puede ayudar a mejorar nuestras defensas. Este tiempo de incertidumbre parece que será una carrera de fondo. Miramos de templar nuestro estado de ánimo, cuidémonos. Respetémonos si desfallecemos. Buscamos apoyo y démoslo cuando alguna persona lo necesite.

Rosa M. Cabrera Mir

Psicóloga de Tredic.

Coronavirus, chica prisionera con mascarilla

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